Poblado de Colinas, 6, 41130 La Puebla del Río
Teléfono: 955 77 79 60
Entre los pinares que marcan el camino hacia Isla Mayor se esconde Colina, un pequeño poblado que parece detenido en el tiempo. Su origen se remonta a los años en que la industria maderera dio vida a la zona, cuando los trabajadores británicos y locales convivían entre talleres, chozas y olor a resina. Con el paso del tiempo, los arrozales de las marismas del Guadalquivir fueron dibujando el paisaje y marcando el ritmo de la vida, aportando una nueva riqueza a la tierra. Aquella época de bullicio quedó atrás, pero el lugar encontró una nueva forma de latir: la buena mesa. Hoy, Colina es sinónimo de escapada tranquila, de días de campo y de platos que saben a marisma, a tierra y a tradición. En medio de ese paisaje, el apellido Manriqueño se ha convertido en bandera. La familia llegó hace décadas, con Manolo de Julia al frente, un hombre que dominaba los secretos de la cocina casera y supo ganarse el cariño de vecinos y visitantes. Su hijo Manuel, nacido en el poblado, heredó el talento y lo transformó en vocación. De su mano nació Casa Manriqueño, y con el tiempo su propio hijo se sumó al proyecto, consolidando tres generaciones unidas por la pasión por la cocina. Lo que empezó como una casa familiar se ha convertido en un referente gastronómico, un rincón donde la historia del poblado se sirve a diario en forma de guiso, arroz o pato, con ese sabor que solo da la autenticidad.
Entrar en Casa Manriqueño es como detener el tiempo. Sus salones combinan la calidez del hogar con la sencillez de la vida rural andaluza. El comedor principal, presidido por una chimenea de ladrillo y madera, irradia el ambiente acogedor de una casa de campo. Las mesas de madera maciza, los manteles burdeos y los detalles artesanales crean un entorno donde la conversación fluye con naturalidad. En las paredes, cuadros de escenas taurinas, estampas del Rocío y retratos de campo hablan del arraigo de la familia al toro, al caballo y a la tradición marismeña. Cada rincón tiene una historia: viejos aperos de labranza, fotografías en sepia y recuerdos de amigos del mundo del toreo que fueron habituales de la casa. Al fondo, se atraviesa un bonito patio cubierto por un toldo, adornado con macetas y más fotografías del entorno natural, que sirve de antesala de un salón privado, reservado para comidas familiares o reuniones de amigos, donde la intimidad y el trato cercano hacen sentir al cliente como en casa. La luz dorada que entra por las ventanas crea una atmósfera tranquila, perfecta para disfrutar sin prisas. Nada está puesto al azar. Aquí los detalles evocan la personalidad de Manuel, que conserva el gusto por lo auténtico y el respeto por la tierra que lo vio nacer.
La cocina de Casa Manriqueño se centra en los sabores de siempre, con productos locales y recetas que han pasado de padres a hijos. Se puede comenzar con entremeses, como la chacina ibérica variada (20 €), pimientos asados (8 €), tortillas de camarón (2,4 €) o croquetas de puchero o de setas (8,5 €). Los revueltos son otro clásico: de habas con jamón, espárragos o bacalao (13,5 €), junto a la mousse de pato (9,5 €). Entre los guisos destacan los huevos fritos con cebolla y chorizo (12 €), las espinacas con garbanzos (7 €), la carrillada en salsa (8 €) y el venado en salsa o sancochao (8,5 €). Las carnes a la brasa incluyen riñones de cordero (2,8 €), chuletillas de cordero lechal (3,5 € unidad), mollejas (14,8 €), punta de solomillo de pato (19 €), pechuga de pato (24,5 €), secreto ibérico (18 €), presa ibérica (22,5 €) o cortes argentinos como lomo (7,5 €/100 g) y solomillo (8,5 €/100 g). Los arroces, auténtico emblema de la casa, merecen mención aparte: arroz con pato (14 €), arroz meloso de magret de pato (30 €) y meloso de solomillo de pato (29 €), además de otras opciones por encargo como el arroz con bogavante o con pollo de campo. Una exquisitez es el albur o la lisa de estero, que se sirve en finas lonchas con AOVE y el cangrejo azul. En el capítulo dulce, los postres mantienen el acento local: trufa de chocolate (1,8 €), cañita (1,8 €), poleá (4,5 €), tocino de cielo (5 €), tartas de la abuela, queso, lotus, chocolate blanco y pistacho (6,5 €), además de leche frita o torrija brioche (6,5 €).
Casa Manriqueño es una historia de amor por la cocina y las raíces. Manuel, hombre ligado al mundo del toro y el caballo, cambió la garrocha por la cuchara sin perder el arte que le caracteriza. Durante años fue parte de cuadrillas de grandes rejoneadores, pero su verdadera faena la ha realizado entre fogones, acompañado por su hijo, que asegura la continuidad del negocio familiar. El lugar se ha ganado una clientela fiel, desde amantes de la gastronomía rural hasta figuras del arte y del toro que encuentran en Colina un refugio para el alma. Aquí no hay prisa ni artificio: se viene a disfrutar de una comida sincera, con platos elaborados al momento y un trato cercano desde que el dueño os recibe. En tiempos donde lo auténtico escasea, Casa Manriqueño se mantiene firme en su esencia. En cada arroz, en cada guiso, se respira el espíritu de Colina: un poblado que sigue vivo gracias a su gente, su historia y el sabor inconfundible de su cocina.
















