Farol Bar Restaurante

Calle Faustino Álvarez, 1 41002 Sevilla
Teléfono: 697 89 66 57

Este verano crucé la frontera hacia el Alentejo y regresé con la sensación de haber descubierto un territorio que, pese a su cercanía, sigue siendo un secreto para muchos sevillanos. Allí me encontré con kilómetros de costa salvaje, pueblos donde la vida transcurre sin prisa y una cocina que seduce por su sencillez y autenticidad. Resulta curioso que, teniendo Portugal tan a mano, su gastronomía apenas haya echado raíces en nuestra ciudad. En Sevilla conviven sabores de todos los rincones del mundo, y sin embargo, cuesta encontrar un rincón donde disfrutar de un buen bacalao, una cataplana humeante o un arroz al estilo del Algarve. Por eso me ha resultado tan grato encontrar Farol, un pequeño restaurante escondido a un paso de la Alameda de Hércules. Su propuesta nació precisamente de ese deseo de compartir la esencia portuguesa sin artificios, tal y como se vive al otro lado del Guadiana. Antonio Almagro, Nicolás Garrido y Andrés Lima, este último nacido en Portugal, coincidieron entre fogones en la antigua Taberna Heliópolis y en mayo de 2023 decidieron emprender su propio camino.

El interior de Farol transmite calma desde el primer momento. Es un espacio luminoso y sereno, donde la madera, el blanco y los tonos marinos se combinan con naturalidad para crear una atmósfera acogedora. Las paredes encaladas reflejan la luz que entra por los amplios ventanales arqueados, mientras que los detalles en azul petróleo del mobiliario y la barra evocan sin esfuerzo el paisaje costero portugués. El local es pequeño, pero está distribuido con inteligencia. Hay mesas altas y bajas, todas de madera maciza, con un aire artesanal que encaja con la filosofía del restaurante: sencillez y autenticidad. Las sillas de líneas limpias y cómodas, en tonos oscuros, aportan un contraste elegante al conjunto. Detrás de la barra, una estantería repleta de vinos portugueses, verde, alentejano, del Douro, invita a la curiosidad y refuerza el carácter luso del espacio. En una de las paredes, el logotipo de Farol, un farol que parece guiar hacia buen puerto, preside discretamente el salón, acompañado de ilustraciones que recuerdan la conexión del país vecino con el mar. La iluminación es suave, cálida, con bombillas colgantes que dan al ambiente un punto íntimo sin perder frescura. Un espacio donde apetece quedarse a conversar.

La carta de Farol es una invitación directa a viajar por Portugal. Comienza con una selección de entrantes pensados para compartir y abrir el apetito: desde una tabla de quesos portugueses o de jamón ibérico 19,50€, hasta hummus de remolacha 9,00€, chorizo al infierno 12,50€, ensaladilla de langostinos 8,50€, croquetas de bacon o de espinacas con piñones 12,50€, capirotes de langostinos o de setas al P.X. 12,50€ y las tiras de pollo 12,50€. En el apartado principal, la cocina portuguesa se muestra en todo su esplendor. El bacalao, rey indiscutible, se ofrece en varias versiones: bacalao dorado 18,00€, bacalao a la brasa 20,50€ o con nata 18,00€, pulpo brasa con verduras 22,50€, espetada de rape y gambón 19,50€, wok de verduras 18,50€, pollo da guia 18,00€, carne alentejana 18,50€, espetada de carrillada con salsa de Porto 19,50€ o el bife a la portuguesa 22,50€. Para quienes buscan una experiencia más reposada, la sección “Como en casa” ofrece los grandes clásicos de la cocina a fuego lento: arroz caldoso de rape o marisco 26,00€ o el meloso de pulpo 28,00€ y las cataplanas de marisco y rape 28,00€ (min 2 personas). El final del viaje lo ponen los postres, todos con alma portuguesa: el mejor bolo de chocolate do mundo 8,50€, la baba de camelo 7,50€, el molotof 6,90€, la tarta de pastel de Belém o de nata portuguesa 7,50€. Entre otros vinos, encontramos referencias portuguesas: Vinha grande 29,50€, mélange á trois 27,00€, Papa Figos 24,00€, Trinca Bolotas 24,00€, blancos como Planalto reserva 21,00€ o Azevedo Verde 20,50€.

Farol es de esos lugares que conquistan sin hacer ruido. Su cocina es honesta y sabrosa, fiel a las raíces portuguesas pero sin caer en la nostalgia, con el punto justo de innovación para mantener viva la tradición. Aquí los platos se preparan con calma, los aromas envuelven la sala y el tiempo parece detenerse entre una copa de vinho verde y un buen arroz. Farol no busca impresionar, sino hacer que quien lo visita se sienta en casa, como en una pequeña taberna de Lisboa. Y cuando llega el momento de marcharse, uno lo hace con la promesa, casi inevitable, de volver.

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