Calle de Madre Dolores Márquez, 3-1, 41003 Sevilla
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En las proximidades de la antigua Puerta de Córdoba, una de las pocas puertas almohades de la muralla de Sevilla que sobrevivió a las demoliciones del siglo XIX y que hoy forma parte de la fachada de la iglesia de San Hermenegildo, el barrio de San Julián mantiene intacto su pulso propio dentro del Casco Antiguo. Entre calles donde la vida cotidiana aún se abre paso lejos del vértigo turístico, la hostelería continúa siendo un punto de encuentro. Justo frente a esta puerta histórica, acaba de abrir Puerta de Córdoba, un bar que recoge el espíritu del barrio y lo actualiza sin estridencias. Puerta de Córdoba rehúye de la grandilocuencia y apuesta por lo esencial: Tapeo honesto a buen precio y con un trato cercano. Su fachada, con arcos y ladrillo visto, evoca a las antiguas ventas de carretera, pero su puesta en escena mira al barrio con intención contemporánea. No busca deslumbrar al visitante ocasional, sino acompañar al sevillano, convertirse en esa parada fiable donde se come bien sin artificios. En un barrio donde abrir un bar es casi un gesto de pertenencia, Puerta de Córdoba asume su papel con naturalidad: sumando, no irrumpiendo. Al frente se encuentra Víctor Caro García, un hostelero sevillano con una larga trayectoria y amplia experiencia. Tras su etapa en el Restaurante Víctor del Porvenir, y después de su cierre en 2011, pasó catorce años fuera de España, trabajando entre Londres y el Caribe, como chef ejecutivo en destacados hoteles de Varadero. Su regreso trae consigo una visión renovada y un bagaje profesional marcado por la diversidad culinaria.
La fachada de Puerta de Córdoba se articula alrededor de sus tres arcos de medio punto, que actúan como auténticos guardianes del local. Enmarcados en ladrillo visto de tonos rojizos, establecen un puente natural entre lo tradicional y lo contemporáneo. Sobre ellos, el rótulo en rojo profundo, en contraste con el blanco del nombre y del arco central encalado, evoca las antiguas ventas andaluzas, pero con un acabado más limpio y urbano. Los arcos mantienen el interior y su cocina abierta a la sala, perfectamente iluminados. El mobiliario, con mesas de madera clara, taburetes altos y detalles en hierro negro, aporta un toque industrial sutil que acompaña, sin eclipsar, la esencia clásica marcada por la fachada. Dentro de este ambiente aparece ahora una zona acotada como comedor en mesa baja, pensada para ofrecer un rincón más íntimo y relajado. Un pequeño conjunto de muebles más bajos, delimitado por un cerramiento ligero y elementos decorativos coherentes con el resto del local, crea un espacio acogedor donde la experiencia se vuelve más pausada. Esta área, integrada sin romper la armonía visual, añade una alternativa de comodidad que enriquece la distribución del local. El resto de la sala respira amplitud y orden, con paredes claras adornadas por cuadros que aportan color sin saturar el ambiente. Todo el conjunto funciona como una reinterpretación urbana de la venta andaluza, donde los arcos y los distintos rincones se convierten en la firma visual del espacio.
Su cocina mezcla el espíritu de una abacería moderna con el gusto por la tapa elaborada. Su carta se construye sobre una cocina de raíces mediterráneas y andaluzas, donde el producto local y de temporada tiene un papel protagonista. Las recetas tradicionales se reinterpretan con técnicas actuales y algún que otro guiño a otras culturas, sin perder la esencia de siempre. Destacan las brasas, los guisos y los embutidos artesanos, que completan una propuesta pensada para disfrutar y compartir. La oferta comienza con la ensaladilla Puerta de Córdoba 4€, carne mechá ibérica 4€, mazamorra cordobesa con bacalao confitado 4,5€, almogrote canario 4,5€, un extraordinario potaje de garbanzos con cola de toro 4,5€, Micuit de pato caramelizado 15€, panceta yakiniku 4,5€ o tartar de atún rojo 19,50€. Latas y conservas como las gildas, sardina ahumada con creme freiche 3,5€, anchoas premium con mantequilla artesana 3,5€, ventresca con alga tosaka 12€, corazones de alcachofas, morcilla de arroz y huevo frito en sartén 16€, corazones de alcachofa, tacos de jamón y huevo frito 16€, habitas fritas con jamón ibérico 16€ o habitas con atún 18€. Quesos y chacina, como los dados de queso de cabra de Aracena 4€, taquitos de jamón, chorizo y salchichón 3,5€, jamón caña de lomo y lomito de bellota 10€, y las tablas de taquitos 18€, de quesos nacionales 21€ o la tabla de ibéricos 25€. Atención a las brasas, como la exquisita entraña de ternera 4,9€, solomillo ibérico con salsa de mostaza 4,75€, 3 cerditos (mogote ibérico, costillar y panceta) a baja temperatura 23€, tarantelo de atún 24€, ventresca de atún 26€ o langostinos en cazuela al carbón con manzanilla 17€. De postre, Torrija de brioche con helado de turrón 7,5€, o sugerencia de la casa 7,5€. Los panes son de Domi Vélez, el atún de almadraba de Gadira y los vinos de Ruta del vino.
La propuesta de Puerta de Córdoba ancla, preserva y celebra la vida cotidiana de San Julián. Es, en definitiva, una estupenda opción de tapeo en un barrio que valora lo auténtico. Victor no pretende agitar el panorama gastronómico, sino asentarlo, recordándonos que la excelencia también se encuentra en los gestos cotidianos: en una ensaladilla afinada, en unas brasas sin artificios o en un servicio que se reconoce desde la primera visita. Aqui se apuesta sin titubeos por el producto de calidad, desde el pan hasta el atún, convencido de que la honestidad empieza en la materia prima. Y esa convicción se nota. En Puerta de Córdoba entienden que la gastronomía de barrio no necesita disfrazarse para brillar; solo requiere oficio, coherencia y un profundo respeto por el entorno. Ahí, en esa forma de mirar al vecino antes que al escaparate, reside su mayor fortaleza, convirtiendose asi, casi sin pretenderlo, en un nuevo punto de apoyo para la vida de San Julián, en un lugar al que siempre se puede volver. Estupendo descubrimiento de mi amigo Rafa de Gastromentor para compartir con vosotros. Tenéis que conocerlo.
